Quizás un nombre de cuento de fantasía o un nombre lúdico y ficticio, Lardo & Rosemary es mucho más que un mote, pero si tenemos que definir el por qué del nombre para un gastropub (y vamos a llamarlo así por connotaciones que serán explicadas mas luego) diremos que su dueños se inspiraron en un plato de un bar londinense en el que predomina la grasa y enchastre del cerdo con la finura y delicadeza aromática del romero como hierba para especiar un plato, convirtiendo este mismo y al concepto de nuestro gastropub en cuestión, en un caos equilibrado, gastronómico, culinario, ambiental y mucho más allá; a modo del yin y el yan de la cocina y de todo lo que aporta y conlleva crear un ámbito de servicio culinario.
En La Lucila se abren las puertas de este gastropub moderno, y lo llamamos así porque no tienen mucho de restaurante y tampoco es plenamente un pub. Con un menú acotados de 14 platos y una carta pequeña de vinos, cervezas y gaseosas, hibridizando en las formas de un bistró más que descontracturado (la música de jazz proporciona estruendo en los altos techos y hace que nuestros pies sigan los vaivenes del ritmo) y un pub sin las modas cocteleras ni los lúgubres hilos de luces inundando el ambiente; solo queda llamar gastropub a estos locales con carta acotada pero bien pensada, con un minimalismo que luego se despliega en múltiples variables de sensaciones visuales y sensoriales ante la presentación fina de cada uno de los platos entre las oscilación de un tiempo sumamente relajado y no tan estricto como el de un bar formal.
Y lo no tan formal da paso a las formas, a los platos que tienen mononombres indicando su ingrediente principal, y cuando los sirven en los umbrales de su larga mesa comunal que habla de maderas y cemento, abanican su delicadeza de armado y suculencia delante de nuestras miradas.
El lugar es simple, una barra con 9 banquetas altas, y una larga mesa desaliñada y certera con 18 banquitos siguiendo la línea. Una barra trasera donde se pide el desafío de elegir casi todo lo que plantea el lugar. Más allá la cocina abierta y seductora. En la vereda algunas mesas altas típicas cerveceriles. Grafitis lejanos, dibujos. Ladrillos pintados por la palidez de un blanco sin tantas ganas de cubrir. Luces acotadas, modernas y sencillas. Estilo propio y aplaudible.
El menú es escueto con un puñado de entrantes y otro tanto de principales con un postre original, todos oscilado entre los 150 y 300$.
Empanadas de pollo y choclo con reducción de cítricos y ralladura de lima que simpatizan con la boca entre lo agrio y lo ácido enfundando un nuevo sabor simplemente delicioso.
Los baos negros rellenos de una tapa de asado desmechada por largas horas de cocción con un dulzor agradable, remolacha efectiva y la suavidad y redondez de un sabor final magistral.
Arepas (reina pepeada) suaves rellenas con la cremosidad de pollo y la palta más un matiz de cilantro no invasivo. De las mejores que hemos comido.
Su única Burger de vacío y picaña lo dice todo, personalidad y sabor, identidad en el queso ahumado, pepinos amigables y un gran alioli. Excelente gramaje y sabor, buen punto de cocción. Las papas con hierbas merecen ser probadas.
El plato de acelga y morcilla (morcelga) combina muy bien, los sabores fuertes, terreos y dulces con la suave cremosidad de la espuma de queso que amalgama impetuosamente todo. Se sirve sobre un taco de centeno y acompañado por algunas setas.
Como postre ofrecen unos churros originalmente cremosos atrapados por una salsa tofi que realmente es un poema.
Todo se completa con una breve pero bien elegida carta de vinos acorde para maridar con cualquiera de sus delicias gourmet, algunos tragos de fonda y tres cervezas tiradas de primera: la APA rojiza frutada y suave es de lo mejor que se puede encontrar por el rubro.
Después de lo dicho, no podemos agregar más que decir que Lardo & Rosemary se ha convertido en uno de nuestros clásicos y favoritos, en un ejemplo de gente joven con un emprendimiento gastronómico serio y moderno. El ambiente es amigable y disfrutable. Tapas, platos inteligentes, fusiones de sabores que desorientan y alegran cualquier papila. Todos los productos son soberbios y magistralmente presentados y pensados, y logran, en definitiva, una experiencia culinaria con un mundo de sensaciones.
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Lardo & Rosemary
Av. Del Libertador 3810, La Lucila
Vicente López, Buenos Aires.